Noches sin Luna, sin estrellas, sin luces en las calles... noches de oscuridad absoluta. Días sin sol, nubes vistiendo el cielo, volviéndolo oscuro, tosco, apagado, taciturno. Ni el viento soplaba, los arboles parecían imágenes de un triste álbum de fotografías.
Sentada en un columpio, observaba la melancolía que invadía ese triste retrato blanco y negro que se dejaba ver ante mis ojos. Meciéndome tranquilamente, mientras intentaba disfrutar dicho paisaje, me comenzaba a convencer de que no habría otra película frente a mis ojos. ¿Qué es lo que quería? ¿Qué es lo que buscaba? ¿Será lo que todos llaman felicidad? Pero después de todo, ¿qué significa ser feliz? No lograba imaginar lo que quería para mi vida.
Mientras estaba inmersa en mis pensamientos queriendo lograr descubrir la respuesta a esas preguntas, una brisa de aire frío azotó mi cabello, cerré los ojos por el escalofrío que me causó esa sensación, que hasta ahora había sido inimaginable, imposible. Cuando volví en mí, vi una imagen que se acercaba a lo lejos, aún no podía ver bien y pensé que quizás era sólo mi imaginación, hasta que de pronto esa figura se hizo más nítida, clara, distinguible. Era un joven que se acercaba hacia mí. ¿Desde cuándo en este cuento triste ha habido otro personaje, además de mí? Extrañada ante lo que veía, decidí esperar y ver lo que haría esta persona. Para mi extrañeza, se sentó en el columpio de mi lado, ¿cómo es que nunca me había dado cuenta que no era sólo mi columpio el que adornaba dicha plazuela? Siempre pensé que sólo yo visitaba este lugar, porque había sólo uno para balancearse...
- Que triste panorámica tienes desde acá, parece un retrato lúgubre en blanco y negro.
- Uhm, sí.- Respondí, no sabía qué otra cosa podría decirle, ni tampoco si entablar una conversación con él.
- Parece que al igual que yo, hay veces en que te sientes vacía, lo digo por el paisaje que observas.
- Muchas veces...
Todo quedó en silencio nuevamente, no había mucho que esperar, no es que hubiese un ambiente apropiado para poder conversar.
- ¿Has probado frecuentar otros lugares? Deberías salir de aquí de vez en cuando... Es bastante deprimente.
- No conozco otros lugares - Le respondí - porque la verdad es que desde hace un tiempo que comencé a caminar por estos lados, y olvidé completamente si antes de esto frecuentaba otros. - Me hizo pensar profundamente qué es lo que hacía antes de venir acá y me intrigaba no poder recordarlo. Quedé sumida en mis recuerdos, tratando de salvar algo de aquello.
- Yo te podría enseñar otros lugares. Sólo si tú quieres, claro.
- No entiendo...
- ¿Qué sucede?
- No entiendo por qué no recuerdo lo que hacía antes de visitar este lugar, he intentado pensar en eso durante este rato, porque no recuerdo nada.
- Es normal que suceda eso, pero no soy la persona que pueda responder a esa pregunta. Pronto la conocerás, porque tú misma la descubrirás. ¿Vamos? - Luego de dejarme desconcertada, se paró del columpio y mirándome a los ojos, extendió su mano para ayudarme a levantarme. Lo miré fijamente, algo diferente sentía, una sensación reconfortante para mi vida.
- ¿Dónde vamos?
- Te quiero mostrar un lugar. Ya está anocheciendo, aprovechemos, ahora es el momento. - Sin entender aún lo que sucedía, y aún de la mano de este misterioso joven, lo seguí con curiosidad, emocionada, expectante. - Es aquí, subamos este pequeño sendero. - Agregó.
Cuando llegamos a la cima de ese sendero, no podía creer lo que mis ojos observaban. Era la puesta de sol más hermosa y significativa que había visto. No tan sólo por los colores que irradiaba, el cual parecía estar pintado cuidadosamente a mano, utilizando toda la gama de colores rojizos; si no que también, porque no recordaba la última vez que había visto la luz del sol iluminando toda la ciudad, reflejando sus colores en el cielo perfectamente celeste, mientras se ocultaba para poder descansar de un día agotador.
- Es... hermoso - Balbuceé, no podía articular más palabras.
- Sí que lo es, pero no lo es todo... sólo esperemos un rato más. Sentémonos en el suelo.- ¿Qué otra cosa, además de la puesta de sol más maravillosa de mi vida, podría haber? Impaciente esperé por ese momento, y de a poco, comencé a ver cómo el Sol se escondía, hasta desaparecer por completo en el horizonte. Al ver lo de a continuación, mis ojos se llenaron de lágrimas. Intenté reaccionar y rogar por no estar soñando.
- ¿Sí lo ves? - El cielo dejó al Sol descansar, para traer consigo las estrellas más hermosas, gigantes, brillantes, titilando como en una danza armoniosa que llenaba todo su espacio infinito.
- ¿Habías visto algo así?
- Ahora lo recuerdo, pero fue hace mucho, aunque no estoy segura si era así de hermoso.
- ¿Ahora lo entiendes?
En ese momento creí haber entendido a lo que se refería, he perdido mucho tiempo estando sumergida en mi depresión, lo que me impedía darme cuenta, que además de los paisajes en blanco y negro que frecuentaba, había más que conocer, más que disfrutar, más que vivir.
Él me había hecho experimentar sensaciones que nunca había sentido, él me había hecho cambiar el mundo de mis pensamientos.
- Ahora lo entiendo...
- Ahora lo entiendo...